París es la pasión perdida. Cuando te llama la alcaldesa en persona es que su nivel está por los suelos. Se puede perder la pasión por el amor, por una vocación. Y tienes que recuperarla desde tu soledad, “una isla”, en un momento muy complicado, el frío mes de noviembre.
“El profesor se iba de clase y buscaba con la mirada al más empollón de los alumnos: “Paco, sal a la pizarra y apunta a quien hable”. Ese día el que habló fue “el más mátón de quinto B”. Tenía solo 10 años, pero llevaba un tatuaje en el brazo, conducía una Kawasaki 600, una novia de 25 y fumaba Ducados negro sin boquilla.
Le prometí un viaje único alrededor del mundo, pero ella entendió justo lo contrario. Entendió que viajaremos a la ciudad de Nuevo Adiós, para ver la Estatua de la Levedad, y a París cruzando el Arco del Difundo, para quemar la Catedral de Nötre Dame.
Cuando eres músico, muchas de las historias sobre lugares donde has actuado son surrealistas. Yo llevo cantando desde que tenía 10 años. El riesgo de pisar tantos escenarios es que pienses tanto en el público y que cada actuación sea un éxito, que acabes olvidándote de cantar para una de las personas más importantes de tu vida: para ti mismo.
Una mano en una copa, un pie en una piscina olímpica. Una noche de ron y de caricias, una mañana de running. El deporte y la buena alimentación siempre acaban quitándole puntos a tu imagen de bohemio. Al final tienes que conformarte con ser una descafeinado “bohemio de gimnasio”.
Pacoenlaluna sorprende en sus directos viajando por la finísima línea en la que la emoción y la risa se abrazan. En ellos volamos del pop a los ritmos calientes, envueltos en juegos de palabras, lírica irónica y dosis de comedia.
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